jueves, 16 de junio de 2011

Historias.

Andrés, llego a eso de las dos a casa después del colegio, venía agotado. Como de costumbre se vino jugando con sus amigos a echar carreras de un poste a otro. Inconscientemente nunca le gusto porque quería alargar ese momento en que solo le tocaba ser niño. Despidió al Pancho a pocas cuadras de su casa. Vivía en una de esas poblaciones del Serviú donde 40 mts 2 eran suficientes para una familia (Insoportable). Bueno el tenía su cama después de todo. Siempre su mamá le restregaba que fuera un mal agradecido por no valorar que ella se sacaba la cresta trabajando y él no cooperaba con su ganas de tener privacidad.

Hace años sus papas no dormían juntos y su papá se había instalado en su dormitorio, que además era compartido con sus otros hermanos. Imposible dormir bien o tener algo de privacidad. Algo tan esencial cuando llegas a la adolescencia.

Llegó a su casa y no había nadie. Un alivio muy grande sintió en su pecho. Hace unas semanas todo era gritos, portazos, llantos y más gritos. Hace unos días solamente se encontró con su papá alterado no entendía por qué? Inocentemente le quiso preguntar qué ocurría. No hubo respuesta. Solo una mirada perdida y un manotazo que lo dejo sentado en el suelo sin tiempo para defenderse a lo que sería a continuación. Este ritual no era nuevo, como que se había vuelto inmune aunque igual le dolía y lloraba no era porque le dolieran los golpes. Sino simplemente porque sabía que en algún punto lo dejarían en paz. Y así fue.

A eso de las 7 de la tarde llego su mamá no sabía nada. Dejo sus cosas en el sillón y se preparó un té. Observó a un tipo ensimismado en un rincón, suspiró. En algún momento había amado a ese hombre. José - llegó el Andrés preguntó. El tipo levantó la mirada y solo se limitó a señalar el segundo piso donde estaba el dormitorio. La mujer no se cuestionó como estaba su hijo, solo quería saber que estaba en casa. – Iré a buscar a los niños donde mi mamá – dijo al fin – dile a Andrés que no se duerma hasta que llegue.

Andrés estaba tirado sobre su cama sólo, perdido en una escena en que ya no lo volverían a ver. De alguna forma esperó haber muerto después de aquella muestra de afecto. Lo peor de todo era que seguía ahí consciente pensando. Alimentando un sentimiento del cual nunca se olvidaría.

Notó que ya había oscurecido no bajo a comer nada. Se limitó a tomar unos de sus libros y leer hasta dormirse. Luego de un par de horas lo logró.

Eran aproximadamente las 11 de la noche cuando su mamá lo despertó con una caricia en la cabeza. Al verla. Andrés se sobresaltó, se le llenaron los ojos de lágrimas pero aún así no dijo nada. Mantuvo la mirada por un minuto y volvió a dormirse.

A eso de las 3 de la madrugada se despertó sudando, con unas ganas incontenibles de gritar pero no podía sus hermanos y su papá dormían no quería arriesgarse a una nueva tunda tan pronto.

Respiró profundo y trató de aclarar su mente. Con un esfuerzo logró dormirse nuevamente solo faltaban un par de horas para despertar para ir a clases.

A la mañana siguiente su mama lo despertó como de costumbre. Andrés aunque estaba muy agotado y adolorido se levantó. Fue el primero en ducharse. Se vistió rápidamente en el baño. Y subió a buscar su bolso. Su papá estaba en pie se dirigía al baño. Andrés hizo el ademán para dejarlo pasar ni siquiera lo miró. No alcanzó a dar un paso más en la escala cuando se desató el infierno. Su mamá gritaba que tenía que irse de la casa, dejarlos en paz. Su papá insistía en que no era una decisión de ella. Las cosas se caldearon al punto que sintió un fuerte golpe un cuerpo al suelo y llanto. Maricón gritaba el animal herido, no te atrevas a tocarme denuevo. Algo lo impulso a bajar a ver qué ocurría no sabía en qué forma iba a cambiar la situación pero antes de repensarlo ahí estaba delante de su papá y su mamá en el suelo tratando de protegerse de la segunda envestida. – Déjala grito el muchachito sin mediar las consecuencias de su intervención- no te metas weón le grito – su papá. Déjala maricón dijo con todas sus fuerzas – ante esto la bestia se giró en seco para atrapar la otra presa que logró tomar una silla cual domador de circo mantener las distancias. Ante esto la bestia hizo una mueca burlona diciendo – ¿me vas a hacer algo? , mientras con la otra mano se hacía de un cuchillo – si me tocas te mato mierda. Con un coraje que desconocía Andrés no soltó la silla. Y entre nervios le gritaba – ¡Ándate! ¡Ándate! Por favor!. – suelta esa silla mierda insistía.

En un descuido su mamá se levanto y le pegó con tal rabia en un ojo que trastabillo y soltó el cuchillo. No alcanzo a reaccionar cuando golpearon la puerta. ¡Vecina! ¡Vecina! El escándalo fue tal que los vecinos llamaron a carabineros y sacaron a aquel hombre de esa casa jurando vengarse. Andrés quedó con la mirada clavada en aquellos ojos. Nunca se le olvidará aquella mirada entre la rabia y predador acorralado.

Las cosas comenzaron a calmarse con el tiempo. Por lo menos ya no había tanto grito y había un poco más de aire.

Andrés siguió compartiendo cuarto con sus hermanos, aunque sus tíos le ofrecieron irse con ellos. Ahora, eran su responsabilidad. Nunca su vida iba a ser normal, han pasado los años y sigue despertándose perturbado en la noche sin saber pedir ayuda, ni tampoco esperando por ella.

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