lunes, 6 de septiembre de 2010

El amor es el estado en que el hombre ve más las cosas como no son.

Cerré mi libro, estaba oscureciendo y yo estaba muy cómodo en mi sofá. Algo en esa frase me había dejado pensando. Hace tiempo que no pensaba en el amor, hasta que la conocí, y aunque no estaba en mis planes, empecé a desarrollar esos sentimientos extraños que nos hacen sentir fatiga cuando aunque ya estemos comidos o simplemente, nos hacen perder la noción del tiempo.
Avanzaba un invierno, muy helado, y por primera vez tuve que aumentar la cantidad de frazadas a mi cama. Siempre me caracterizaba por dormir con lo básico, pero algo en mí iba sintiendo más frío, cada vez, algo que me había tenido tibio por dentro, ahora se enfriaba.
Para capear esas noches tomaba algo bien caliente y me metía raudamente bajo las sábanas. Y lograba mantener esa sensación tibia mientras movía mis pies tratando de entibiarlos por fricción. Objetivo cumplido caía en profundo sueño.
Era un día de esos normales en la oficina, donde respondes lo que te preguntan, discutes uno que otro procedimiento, y participas de reuniones por descarte. Dada la hora de salida, me convencía que no tenía algo que hacer y volvía a mi departamento sin novedad. Toda mi semana trascurría igual, hasta que un día Antonio me llama para que nos juntáramos a tomar algo para comentar de la vida. Me dijo que estaría con un nuevo grupo de conocidos y asi podría aprovechar de sociabilizar, cosa que no me cayó nada bien.
Llegué al local acordado a eso de las 20:30 hrs. Me pareció bastante burdo el lugar, pero ya que estaba ahí tenía que encontrar a mi amigo, en eso, lo diviso en un grupo, eran unas 5 personas, apretujadas alrededor de 2 mesas. Me acerqué a saludar. Antonio automáticamente se las ingenió para hacerme una broma estúpida, que más que integrarme, me hacía sentir pésimo, pero era su estilo. En una rápida evaluación me di cuenta que había un tipo de unos 30 años con pinta de ejecutivo de ventas, 2 de las chicas parecían ser estudiantes y una que se notaba mucho que se sentía incomoda ahí.
Me senté y me pedí un vodka tónica. Antonio me presentó a sus amigos. Resulto que ser que el tipo era un nuevo socio en sus locos proyectos, una de las chicas estudiantes era la polola, las otras, su amiga y su prima.
Recaí en la prima, no sé porque mi atención siempre recae en quién menos te pesca, mientras la amiga me hablaba como si el mundo se fuese acabar, yo estaba a medias prestando atención a lo que contaban con toda euforia.
Ella nos miraba a todos, pero sus ojos decían que no nos veía. Ni siquiera creo que se esforzaría por hacerlo. Eso me agrado al instante.
¿Estás aburrida? – le pregunté.
Me miró como diciendo: ¿me hablas a mí?
- Oye, sabes, yo no quería venir, pero mi amigo… no lo veo casi nunca.
En eso por fin clavaste tus ojos en mí, no había caído en que eran de color y profundos, algo tristes.
- Yo estoy viviendo con mi prima, y tenía que llegar con ella.
- Entiendo, le digo, te vas con ella y su pololo.- Con aire de que había encontrado un punto.
- No me queda otra.
Me quedé pensando como hilar más conversación pero estaba tupido. En eso me sorprende diciéndome que la acompañe a comprar algo dulce.
- Si estoy aburrida, me dices más relajada. - Pero ahora necesito algo dulce con urgencia.
Yo siempre me he preguntado cuál es la relación oculta de las mujeres con el azúcar. Que los nervios, que la pena, que incluso enojadas busquen dulces. – Hormonas- me dije.
Quería encontrar la palabra adecuada para seguir conversando, pero en definitiva mis nervios pudieron más.
- No sales mucho, verdad. – Me dices directamente.
- Si salgo pero solo con gente que tengo bajo control.
- ¿A qué te refieres con control? - No puedes decir simplemente conocidos.
- No, los bajo control son los que ya conozco, sé sus puntos de alto y bajo. Y no tengo que esforzarme demasiado.
- Igual es un poco fome.
- Para mí es práctico. – le digo.
- Si, pero triste a la vez.
- No sé. – Mi voz salió un poco golpeada, como queriendo no seguir hablando del tema.
Ante mi respuesta. – Silencio. A veces el silencio es muy agradable, muy necesario. Pero en ocasiones te desespera, te ahoga.
- Sabes tengo curiosidad.- ¿Si estas aburrida por qué no buscaste otra opción?
- ¡No!, Me carga molestar.
- Ok.
- ¿Y tú qué haces aquí?
- Nada. Vine por cumplir.
- Y siempre haces todo por cumplir.
- Claro. Me permite integrarme.
- Eres bien extraño.
- Trato de no serlo.

Volvimos al grupo.

Así fue como conocí a esta extraña. Es curioso que aunque fue una de las conversaciones menos profundas que he tenido me dejó esa sensación de tranquilidad. Siempre converso con mujeres para buscarles un punto base para clasificarlas o para descartarlas de lleno. En este caso no encontré nada.

Regresé a mi departamento a eso de la 1:00 am. Estaba cansado. El trago había hecho su trabajo de relajarme, por lo menos mentalmente, todavía no me sacaba esos ojos de la cabeza. Me preguntaba si los volvería a ver. Luego de pasar al baño y lavarme los dientes. Me dispuse a dormir.

Todo había vuelto a la normalidad, mis carretes, mis libros, mi rutina. Nuevamente había vuelto a mi circuito cerrado de pocas emociones. Había desarrollado una nueva afición por los blogs y gastaba horas buscando alguno que me mantuviera entretenido haciéndome un perfil de la persona tras esas letras.
Habían pasado ya unas semanas y me llama Antonio.-
- ¿Como estas antisocial?
- Bien, ¿y tú?
- Genial, me ha ido la raja con mis proyectos.
- Que bueno.- conteste sin inmutarme.
- Te llamaba porque nos vamos a juntar en el departamento de mi socio. Y a todos les caíste bien. En especial a una. Y quieren que te sumes.
- Igual estoy cansado. – Para mis adentros pensé pero y si va esta chica… - ¿A qué hora?
- Vente ahora.
- Ok, deja bañarme y salgo.
- Apúrate o nos encontrarás a todos curados y no pillarás la onda.
- Vale.

Tome una ducha para despabilar. (El agua siempre ha sido uno de mis puntos de relajación). Me vestí lo más casual que pude y salí.

Llegue al departamento y efectivamente habían empezado sin mí. Ya había varias latas de cerveza vacías.
Estaban entretenidos hablando sobre las peores vergüenzas que han pasado. Un baño tapado, un pantalón roto, descubiertos por los padres en el acto mismo.
Me hizo gracia. Pero no me entusiasmé. En eso Antonio me dice:
- Te vas a quedar parado ahí.
- No. – respondí automáticamente.
En un rápido escaneo me di cuenta que ahí estaba ella. Silenciosa. Algo más segura en si misma que la última vez que la ví.
- Hola.- dije a todos.
- Me respondieron. Más ella se limitó solo a observarme.
Por primera vez en mucho tiempo. Sentía ese escalofrío que te recorre el cuerpo y que limita tus acciones.
Por más que buscaba algo de que aferrarme para descartar lo que sentía, no encontré excusas.
Me paré bruscamente y Antonio me miró con sorpresa.
- ¿Dónde vas?
- Al baño, tú sabes, la cerveza. ¿Puedo mamá?
- Dale.
Me apresuré en ir al baño, me dio rabia, sentirme ignorado, casi siempre sabía evadirme de estas cosas, pero esta vez me sobrepaso. Respira. Me decía una y otra vez mientras me mojaba la cara.
Salgo del baño y se me cruza al paso.
- Se puede pasar.-
- Claro, aún está habitable.- Respondo en tono de burla.
- ¿Cómo has estado? Me pregunta al cabo.
- Bien. ¿Por qué no me saludaste cuando llegué? – pregunto algo molesto.
- Ahora lo hago, ¿no es así?
- Me callo.
- ¿Qué te pasa?
- Nada. Solo es que había pensado que el verte de nuevo sería distinto.
- Distinto en qué sentido. No sé, más fluido. Pensé que ya habíamos roto el hielo.
- No seas tonto, que no te hable entre tanto ruido es mejor. Además tú le gustas a la amiga de mi prima y yo no tengo nada que hacer ahí.
- ¡Que estupidez!
- ¿Qué cosa?
- Yo pensé que querían que viniera por ti. No por ella.
- ¿Por mi? – Que tonto eres.
- Tonto. ¿Por qué?
- Porque que hayamos hablado no significa nada. No me conoces, ni yo a ti. Fácilmente podemos estar en paradas totalmente opuestas.
- Bueno.- Yo quiero saber en qué parada estás porque sinceramente te veo igual de perdida que yo aquí.
- No creas. Yo te hablo porque tienes ese aire, de ser buen amigo.
- Amigo.- Retumba en mi cabeza como si me dieran un palo con una olla sobre ella.
- ¿Por qué crees que me gustaría ser solo tu amigo?
- No veo que tengas muchas convicciones de tener una mujer a tu lado.
- Pero eso siempre depende de la mujer que sea. En tu caso vi más de lo que he visto en otras.
- Pero si ni me conoces. Por favor.
- Tampoco me das chances de hacerlo, más allá.
- Alguien como tú. Con tu estilo de vida. Tiene cero posibilidades conmigo.
- Que chiste. Recién dices que podríamos ser amigos, que no nos conocemos lo suficiente y ahora tengo cero posibilidad.
- Silencio.
Ya no daba más de la rabia, no estaba de ánimos de estar ahí. Me dirigí al living donde todos estaban enfiestados. Bebí el último sorbo de cerveza y me excusé.
- Me tengo que ir.
- ¿Qué onda? Si recién llegas. – Me dice Antonio.
- Quédate un rato más.- Me dice la amiga.
- Lo siento. Un tema de la oficina. – Mentí.
Me dirigí a la puerta.
En eso aparece nuevamente y me dice: - quizás tienes razón pero no es el lugar y el momento.
- Esta bien. Ya fue.

Mientras esperaba el ascensor recuperaba el aplomo y calculé toda la situación.

Era otra noche fría donde llegaría a mi departamento, me pondría un pijamas, me metería en mi cama, movería los pies para entibiarlos, leería un blog por ahí, y dormiría tranquilamente.

En mi repaso mental volvió a mi mente esa frase de Nietzsche que leí hace unas noches...
“El amor es el estado en que el hombre ve más las cosas como no son.” – sonreí.
- Había apostado nuevamente. Y había perdido sin jugar a nada.

Continuará…

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