Vas caminando sin rumbo, o quizás si tienes uno, pero te da pánico reconocerlo.
Has conocido gente, has aprendido de ellos, más lo único que has reconocido es que en la vida se sufre y a ti no te gusta sufrir, no te gusta sentir pena, no te gusta sentir soledad.
Si te encariñas con algo estas obligado a sentir compromiso, a desarrollar un vínculo, una necesidad de eso, al mismo tiempo sigues estando solo, no vives, solo observas.
Te vuelves sabio de mente pero no de piel ni corazón. Una vez hace mucho tiempo me dieron una lección, el amor se graba en la piel. Cuantos realmente se graban en otro, en un amigo, en una pareja, cuantos están enteramente dispuestos a hacer eso. La respuesta es que muy pocos, muchos hacemos amistades con conveniencia no por afinidad.
Antes solía, darme mucho con la gente, preocuparme por ella, afligirme por sus preocupaciones o problemas. Tuve que aprender a costa de sacrificar mi inocencia a no ser así. Para sobrevivir entre la jauría de perros.
Nunca me ha gustado la sociedad, no me gusta competir, no me gusta sobrepasar a la gente, pero la esencia es esa. La cultura del más apto o fuerte se ha mantenido de tiempos inmemorables. Si eres sensible, eres débil. Si eres humilde, te falta ambición. Si te enamoras al 100% y das todo por nada, eres estúpido.
Desde pequeño la única exigencia que oí fue que tenía que ser profesional, obtener estabilidad económica, y no vivir las peripecias que padecieron nuestros antecesores.
En ningún momento, nadie nos dio un atisbo de lo que podría ser la felicidad. Recuerdo a mi padre un tipo amargado, enfrascado en su frustración, nunca aceptaba que la realidad se adapta a nuestras actitudes con ella. Siempre me preguntaba cuando era pequeño, hijo, eres feliz. Que iba a saber un pendejo que es la felicidad. Nunca me dieron la receta ni siquiera para aspirar a ella. Lo que me hacía feliz en ese entonces era leer. No había nada más en mi realidad que no fuera vivir a través de libros. Al salir a la calle y conocer otras personas sentía terror, hasta hoy lo siento pero disimulo bien.
He llegado a mis veintitantos, cometiendo los mismos errores, dejando los mismos espacios en blanco que otros dejaron atrás por la simple razón de no tener las herramientas básicas para saber enfrentarse a la vida. Sentirte seguro ante otro ser porque sufre al igual que tú. Saber decir cuando alguien te hiere, con las palabras adecuadas en el tono correcto, sin importar la opinión de otro.
Principios y valores, yo siempre creí ciegamente en ellos. Pero vi como otros los pasaban por alto, incluso mis modelos a seguir. Entonces que me quedaba. No había un patrón consecuente, no había siquiera algo de remordimiento en ello. Aprendí fácilmente a desconfiar.
He construido una imagen tan falsa de mi mismo, que ya no reconozco al que una vez fui, que una vez no dudó en dar un abrazo, o decir un te quiero, con un mundo de sueños y esperanzas, de que podría conseguir la tranquilidad que me acercaría a ser feliz.
He perdido demasiado en 20 años, desde que me juré que no sufriría más por confiar en alguien. Si hago un catastro he dejado grandes amistades, geniales mujeres, y grandes desafíos por no hacer lo que sentía. Por no pararme de frente y seguir mi instinto por ilógico que fuera.
La lógica me ha llevado hasta el punto en que me encuentro hoy, donde clasifico a la gente para no tener que involucrarme con ella, me he vuelto un experto, más soy incapaz de verme a mí mismo en un espejo. La gente que pasa por mi lado no da cuenta de la tortura que es para mí bloquear cada señal de que algo en mi está sintiendo. Es más fácil huir. Es más fácil escribir los sentimientos que me atormentan que expresarlos.
He amado a 3 mujeres en mi vida. Una de ellas fue mi esposa y tuvimos una hija preciosa. A mi hija la amo pero con culpa, no he sido el padre que quise ser, no he sido el ejemplo que podría ser, siento que minuto a minuto la he traicionado, como me lo hicieron a mí cuando pequeño y tengo miedo de fracasar sin intentarlo.
La lógica, la culpa y el miedo son el mix perfecto para volverte un zombie en un mundo de sentimientos, a un paso de la locura porque en silencio sufres sin tener a quien acudir.
El buscar una explicación, un modelo, me ha alejado demasiado de mi verdadero yo, de mi esencia, de un ser que no es perfecto, pero sí que es mucho más humano.
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